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Mostrando entradas de abril, 2023

Bingo

Pego, de vez en cuando, hasta un respingo, que ya hecha tengo el alma algún gurruño; si se gastan mis penas, las acuño para cantar con ellas luego el bingo. Vivir, jugar, ganar, perder: distingo la herida mal cerrada de un rasguño; me miro en el espejo y refunfuño con habla hispana y con aspecto gringo. No todo está perdido, aún presiento que tengo otro six pack, como un tesoro, en cierto frigorífico, guardado. Suelo tener, en general, cuidado de que me pille con cerveza el toro. Si peno, con la birra, estoy contento.  

Hambre

Perro del hortelano, os lo confieso, es mi yantar, como de flaco chucho; del tiempo, hambriento estoy, un can flacucho; muerde que muerde y no se acaba el hueso. Con hambre que es canina, este sabueso me ronda, acosa, hostiga y ladra mucho y a solas gime y gruñe, y yo lo escucho cuando de un sueño, al despertar, regreso. Famélico podenco o galgo afgano haciendo presa entre los belfos, cruda,  en vida a que me aferro con la mano. Hambre sin pan que fuera está de duda;   perro de hambruna, en fin, del hortelano; delgado tiempo al que comer no ayuda.    

Unos y ceros

Una mano detrás, la otra delante, el alma entre los dientes, la certeza de que algo finaliza en cuanto empieza y que su vela cada palo aguante. Tener no sabe la razón bastante, con propia luz se ciega y se tropieza y fuerzas luego saca de flaqueza para entregarse en brazos de otro instante. Un algoritmo habrá que siempre estorbe a un pobre corazón poniendo peros al mundo virtual, cuando lo absorbe. De equipaje mejor viajar ligeros será, mientras podamos, por el orbe que los unos nos marquen con sus ceros.

Materia

La noche se ha encendido en la redonda sonrisa de la luna igual que un sueño; puedo sentir su luz cuando me ronda, mientras la blanca vía láctea ordeño.  Frunce Saturno huraño un tanto el ceño y, de los astros por la inmensa fronda, formas se intuyen, que después diseño antes que llegue el alba y las esconda. Me pierdo, para hallarme, por el arte   de negros agujeros donde apura   el cielo en bucle amor, de parte a parte. Y en la galaxia, en tierna desmesura, el confín de un misterio me hace amarte con ojos llenos de materia oscura.

La copia

Debo reconocer que me he cansado; tal vez me aburra el mismo bardo un poco, cierto juglar que quiere darle al coco como un vinilo que se le ha rallado. Quizás les mando, desde aquí, un recado      a plumas colocadas bajo el foco en  fábricas de ripios que tampoco van a llegar jamás a ningún lado.     Espero, más que nada, en esta esquina de otro soneto, a ver si ya termina el cantautor de turno y su matraca que, a pesar de tener la rima flaca, sin duda fuerzas de flaqueza saca  por ser la copia cutre de un Sabina.

El pan

Al pan que da la vida, al pan te obligas; con agua y sal sabrás hacer balance. Será tu pan ternura a todo trance, la harina del costal que tú le digas. Cuece en horno de leña tus fatigas;  dale con mucho amor al pan su chance.  Dicen que no hay ni habrá mayor romance que aquel donde se han hecho buenas migas. Si otro día sin pan se te hace largo y se abaten las sombras por tu casa y el hambre está a la mesa, sin embargo,  rebaña el plato con tu pan, Tomasa, antes que el tiempo, de sabor amargo, te coja con las manos en la masa.

Espejo

Ya estás acostumbrado al sambenito, a cargar con tu turbia sombra a cuestas, a estar borracho, a ser un aguafiestas cada vez que a los hechos te remito. Si excusas pones y en el cielo el grito cuando me haces preguntas sin respuestas, será que luego nunca te contestas  porque te tiene el mundo entero frito. Te observas en mi rostro en el espejo y dices enseguida que me quejo pero solo te muestro a quien se mira. De todas las verdades que te noto, la de mirarte en este espejo roto refleja simplemente tu mentira.

Tomasa

Damas y  caballeros, me presento parada encima de mi tabla rasa: me llaman en el barrio la Tomasa y mis palabras se las lleva el viento. Del tiempo eché la cuenta, y ya ni cuento, pues luego pasa siempre lo que pasa: me llega la factura de una tasa con tipo de interés al cien por ciento.  Como una Dulcinea entrada en años, más Aldonza Lorenzo que otra cosa parezco a mi pesar, de ojos castaños. Mientras mis canas peino, minuciosa, sueño que algún hidalgo con redaños viene hacia mí para cortar la rosa...

Bien y mal

Yo oscilo en un vaivén por donde alterno  lo bueno y malo al filo de esa loca y fina línea roja a que me avoca la vida en este mundo triste y tierno. Halla virtud tal vez quien buen gobierno se aplica al corazón cuando le toca; quien tenga un pecho en vez de hielo o roca, no ha de juzgar sin tino el fuero interno. Las malas obras se nos vuelven buenas; por bueno damos el error que es craso, si el bien y el mal se mezclan por las venas. Quien pierde la esperanza y yerra al raso también su culpa a veces pierde en penas: se puede estar del mal tan solo a un paso.

Tósigo

Croando sin que nada me lo impida con esta vocación de anfibio acento, emito mi reclamo y ya me siento huésped de honor de la estación florida. En lúbrico clamor, de luz herida hasta tu oído viaja por el viento la voz de anuro con que me reinvento, el tósigo en mi piel que amor liquida. Tiembla eterno el instante en el pantano; se inflama el aire al tiempo que me besas con labios anhelantes de ir al grano; fluyen las aguas tiernamente espesas y poco a poco te intoxico y gano: con lengua atrapa el sapo a las princesas.

Limos

Sin prisa me imagino y me proyecto, salto fuera de mí, me pongo a punto; no tarda mucho el sueño que barrunto en parecerme un delicioso insecto.  Disparo a quemarropa y, en efecto, veloz engullo tanto dato junto que, apenas capturado, ya es trasunto de algo torciendo mi camino recto.  Me quedo en trance de mi charca al borde e inmóvil papo moscas a destajo saciándome, sin conseguir que engorde. Arranco el tiempo efímero de cuajo con mi croar de anfibio monocorde y en limos duermo cuando no trabajo. 

Cordero

Huraño avanzo igual que un basilisco, que un prófugo y un réprobo, ¿alguien malo?; un apóstata adicto al varapalo por andurriales donde peco y cisco.    Oveja negra y descarriada, trisco cuanto me topo por el campo ralo; si es escarpado un risco, yo lo escalo y escruto desde arriba el triste aprisco. Y seguiré avanzando sin que nada consiga detener la astracanada  de este arisco cordero trashumante. Los perros de pastores ni me rozan; mis sueños son cabritos que retozan libres de la cordura, Dios mediante.   

El don de la pereza

Ni palos sirven ni la zanahoria para que me someta a disciplina;   el sistema no existe que defina la forma de encajar en esta historia. Me sabe el mundo a taza de achicoria, a sucedáneo envuelto en la rutina; únicamente en sombras se ilumina flaco el favor de tanta falsa euforia.    Le he cogido, sin duda, ya el tranquillo al tema de saber perder con garbo; sonrío al caminar, si trastabillo. En precario equilibrio me mantengo y dentro del fracaso donde escarbo procuro no olvidar de dónde vengo.

Soneto del amor hermoso

La luna y las estrellas las confisco, las incauto y después te las regalo; por ti dejé de ser un hombre malo; dejé por ti de ser un tipo arisco. Por ti, como un cabrito, trepo un risco; el monte que me enseñes, te lo escalo; por ti sabré que el valle donde inhalo mi amor, tendrá frescura de marisco. El hecho de que el mundo sea incierto y solo el moño tengas de flamenca, no importa, si te llevo luego al huerto. Y, aunque te muevas menos que una tenca, llámame, si te gusta, Luis Alberto, pues pronto te pondré mirando a Cuenca .

Nada personal

Debajo de la tierra, en un letargo,  me sueño oscuro al fondo de esta fosa para poner los pies en polvorosa cuando la lluvia llegue en mi descargo. Mi piel contiene un componente amargo que tiñe el mundo de color de rosa, pero debo advertiros una cosa: de jardines ajenos no me encargo. El agua llegará y, entre las grietas,  rana saldré, mas rana extraordinaria que brinca en pos de nuevas y altas metas. No le voy a la zaga al ajolote con toda su paciencia milenaria: me entierro en vida por salir a flote.

Como un pañuelo

Soy experto en el arte de mentirme, de esquivar la verdad y, simplemente, me dedico a seguirme la corriente mientras la vida no me ponga firme. Me acostumbré sin más a repetirme que nada importa nada, que el presente es acaso la flor de un accidente del que tan solo quiero despedirme.  He aprendido a besar, pero la lona; he volado a menudo por el suelo, mi vocación se cifra en la fregona; he combatido el frío siempre a pelo; nada de lo que intento me funciona; arrugo el corazón como un pañuelo.

Gustavo

Si fuera están de sí, les salgo rana y no tardo en entrar, cuando es al trapo; si pierden los papeles, se los grapo; si no me entienden hoy, lo harán mañana. Le doy la vuelta entera a la manzana con lengua pegajosa en la que atrapo mosquitas muertas, como haría un sapo: me chifla echar al aire alguna cana.  Aunque un voraz Gustavo siempre he sido, cuido a mi renacuajo cada día y me voy pareciendo a Fido Dido. Todas las noches quemo mi energía -perdí el respeto al canon del olvido- a nado en llamas por el agua fría.  

Doctorando

A fin de hollar la tradición, sus cumbres, del sanedrín se juntarán los sabios y en vez de hablar, se incendiarán sus labios, y en vez de luz, propagarán sus lumbres. Si creen que logran cosechar relumbres, será su afán por remendar resabios; si a salvo creen que se pondrán de agravios, han de trocar sus luces por legumbres. Mucho Esaú de hambrienta catadura por aguachirle en plato de lentejas vendió sin más su primogenitura. Le comerá al doctor las dos orejas un monosabio, mientras le murmura su tesis digna de las comadrejas.

Sapo

Paciencia antigua tengo del anuro cuando se trata de cazar mi almuerzo; con la certera lengua de un escuerzo retuerzo todo aquello que capturo.  En cuanto crío pelo, me rasuro, no vaya a ser que me despeine el cierzo el día que me encuentre en pleno esfuerzo por replicar mi amor, como procuro. Me pongo mucho al sol, pero tampoco dejo a su luz cegarme en demasía; prefiero mantener fresquito el coco. Paciencia tengo por filosofía; paciencia y barajar, que no es tan poco: los pies calientes, la cabeza fría.

Arma de doble filo

La noche de los tiempos, al segundo, solo por ti se rasga el largo velo, si haces caer con tu mirada el cielo; si haces temblar con tu silencio el mundo. Igual que algún hambriento Segismundo, abro los ojos y a tu sueño apelo, porque tus ojos son por donde vuelo ajeno al hondo abismo en que me hundo.   Este deseo atroz, por el que oscilo, es un terror de luz, como un reclamo  que arma será, de las de doble filo... ...pero, en cuanto te veo, me relamo: tu cuerpo quiero desnudar, tranquilo, para comerte el alma, gramo a gramo.

Lucifer

Me mira y no me aparta la mirada un hondo abismo por cualquier resquicio; me asomo, en cuanto asoma, al precipicio del pensamiento donde importa nada. Sobre mi orgullo pende una afilada espada de Damocles, si acaricio la sinrazón que me sacó de quicio, esta alma oscuramente iluminada. Un ángel con soberbia me susurra palabras de furioso anonimato para que en otra rebelión incurra. La luz destroza con fulgor ingrato mis ojos arrasados, porque escurra la sangre escrita a fuego en mi contrato.

Nómada

Lo dije y me reitero, en este extraño destino trashumante en el que yerro, el polvo del camino es testaferro del sordo viento de mi desengaño. Cuido mi soledad como oro en paño; me sobra con mi sombra en el destierro; ella se cuida de quitarle hierro cada vez que tropiezo y me hago daño. Rebaño como un perro con la lengua cada segundo esquivo, evanescente, cuando la luna se oscurece y mengua. Me encierro a salvo del tacaño astuto que es el paso del tiempo por la mente: de cuajo arranco sueños por mi luto.

Almuerzo

Pensé que no saldría de lo oscuro y no me equivocaba, ahora me esfuerzo por evitar la dosis de refuerzo, mientras el alimento me procuro. Igual que un fruto, el tiempo está maduro, llegó el momento de alcanzar mi almuerzo; con la certera lengua de un escuerzo retuerzo todo aquello que capturo. Anuro del desierto donde azota el cierzo cada día las palabras, escruto sin ambages mi derrota. No tengo empacho en dar, de vez en cuando, un pedazo del alma al chupacabras para seguir vivito y coleando. 

El pordiosero

Me di hace mucho tiempo a la gallofa y no pienso parar de dar la lata; refuto al mundo entero yendo en bata desde la altura de mi baja estofa. Cuando alguien me farfulla, le hago mofa, y dejo que palpite su patata con sístole y diástole de horchata: siempre habrá un fanfarrón que filosofa. Con su ópera tan seria como bufa se olvida el de la filfa la pastilla, pero le enchufo rápido una chufa. Qué más darán farfolla y criadilla, si el corazón lo tienen ya de trufa: me parto con su afán de pacotilla.   

Visto para sentencia

A mí que me registren, señoría, que en menos tiempo aún que canta un gallo pronuncia el juez del tiempo su otro fallo y ya no habrá juzgado o fiscalía. Sin coartada, descargo o garantía, ni un testigo que mire de soslayo; sin forma de engañar, mejor me callo y aguardo a que concedan la amnistía.  Apócrifo en mi fuga, un triste Lute fui por darle esquinazo a tanta pena, pero no hay quien mi pena me conmute. Y aunque me cerquen sombras, en la trena entra la luna llena de matute mientras sea la vida mi condena.

Las de Caín

Con polvo del camino, en viento enjuto me transformó esta vida trashumante; a trancas y barrancas, mi alma errante sesenta tumbos pega por minuto. Si intento no torcerme, me refuto y el tiempo se me lleva por delante; paso las de Caín a cada instante, sin arrancarle a mi sudor su fruto. Como quien nunca encaja ni se integra, sombrío anduve al margen de rebaños igual que alguna extraña oveja negra. ¿De veras mereció la pena el reto de andar a solas todos estos años para acabar perdido en un soneto?

Club de la lucha

Que piensen de mi sombra que es flacucha y que es cerrarme el pico un buen negocio; no faltará después quien pierda el ocio, quien llore si lo mandan a la ducha.   No hace falta decírselo al que escucha pero, cuando es preciso, me disocio: todo el que tenga su carné de socio ya sabe que este club exige lucha. El miedo, como el hielo, se derrite; tarde o temprano me saldrá al encuentro el Otro con que todo se permite. Sabré sin duda en dónde está mi centro, si logro, de una vez, que al fin me habite el Tayler Durden que llevamos dentro.

El cínico

Si escrito está el destino, yo lo tacho -hago una bola de papel y encesto-; para volver en mí, salgo del tiesto y entiendo el mundo porque me emborracho. Quiero pillar de todo, menos cacho; del tiempo voy trazando un palimpsesto y estoy buscando acaso un hombre honesto: cuando doy en el clavo, lo remacho. Diógenes de Sínope sin labia, sin Grecia, con barril y en el exilio; me paso el día, con su noche, en Babia. Segundo cínico, en primer auxilio; suelo reírme de una frase sabia: vivo en un sueño, en cuanto lo concilio.

Cosas que tienes

Tienes aspecto de alguien que madruga  y ellos tienen un as bajo la manga; tú vas tirando a base de fritanga y ellos se embaulan el caviar beluga. Ellos devoran huevos de tortuga mientras la vida les sonríe en tanga; tú vas que chutas con alguna ganga que no te ponga cara de lechuga. Tienes un jefe que te pone a caldo, respeto solo a precio que es de saldo, que pagar varias letras de tu coche. Ellos lo tienen todo, y tú esas cosas tan estremecedoramente hermosas como la luna llena por la noche.

El grupo

Me esmero en mantener cualquier vocablo por fuera de su jaula para grillos; prefiero hacer encaje de bolillos cada conversación de las que entablo.   Procuro haber pensado lo que hablo y evito verme en chismes por pasillos; salgo corriendo de sus chascarrillos  como alma que llevare un pobre diablo. En tanto en cuanto les importe un bledo, será más fácil calibrar al grupo. Que todos piensen que me chupo el dedo; nadie sabrá la posición que ocupo y así no habrá sospechas, si precedo a mi reputación y cumplo el cupo.

El foro

Para  evitarnos ciertas malas babas hay que tratar el agua con el cloro; si por los c uernos se le coge al toro c omo mejor se aprende es por las bravas. Dicen que en todas partes cuecen  habas y nos harán sudar por cada poro; quien no hizo nunca mutis por el foro se avoca a ser un poco tragaldabas. Al olmo a veces le  pedimos peras: por mucho que haya alguno visto inviernos sigue a menudo verde en primaveras. De pronto toda precaución es poca: no tarda en darnos nuestro espejo al vernos la cura de humildad que ya  nos toca.

Bufo Alvarius

Príncipe bufo o sapo que despacio d e un dilatado sueño se despierta; la santa lluvia del desierto inserta su tiempo por la arena de mi espacio. Igual que haría todo buen batracio —debido a que me cansa estar alerta— me quedo en trance con la boca abierta papando moscas hasta que me sacio. A sangre fría me procuro alivio con precisión de dardo en cerbatana para ponerme poco a poco tibio. Y me armo de paciencia franciscana —como un Gregorio Samsa, pero anfibio— si al fin y al cabo luego salgo rana.